domingo, 25 de julio de 2010

Soquete.

Mamá desaparece después de la cena, y la encuentro en la playa, sin zapatos, de pie en el rompeolas, con la mirada perdida en la oscuridad del océano; con el vestido negro revoloteando y ciñéndosele al cuerpo, el pelo liberado de las horquillas y flotando al viento. No digo que mi madre escoja estas poses únicamente por puro efecto dramático, pero fuera de las películas nadie se pone así, mirando al océano y sumido en profundos pensamientos hasta que alguien se acerca para mantener una conversación trascendental. En la vida real, nos dedicamos a esos pensamientos profundos en momentos robados, mientras comemos o conducimos o cagamos o hacemos cola. Pero como eso no es fácil de expresar en una película, algún director anónimo inventó la técnica del lanzamiento de mirada al océano para transmitir ese momento de profunda reflexión.

Mi vida sin Hailey, Jonathan Tropper.